Nunca me ha parecido buena la idea de convertir a jugadores extranjeros en "boricuas" para que puedan participar en nuestros deportes, y así no pasarse de la cuota de "importados" o "refuerzos." El resultado es que, a veces, hay en la cancha más extranjeros que puertorriqueños. ¿Qué satisfacción genuina puede haber en el triunfo de un equipo que representa a uno de nuestros pueblos integrado de esa manera? Pero, claro, todo esto se hace "conforme a Derecho", de acuerdo con reglas y reglamentos aprobados a esos fines, y con un "debido procedimiento de ley", que incluye vistas administrativas y todas esas cosas. En fin, la prensa de hoy nos dice que una jugadora venezolana de volibol, después de llevar más de tres años aquí, es boricua - de alguna cepa - y puede jugar como tal.
La mala práctica no es exclusiva de Puerto Rico, lo cual demuestra que "lo malo es lo que se pega." En otros países también se recurre a ella, torciendo la realidad para lograr una medalla, un trofeo o "30 monedas de plata." Creo que cada país debe jugar representado por los genuinamente suyos, sin recurrir a subterfugios para tomar prestados a otros que no lo son. En todo caso, sería admisible que a quien, no habiendo nacido aquí, haya llegado de niño o muy joven y se haya criado aquí y vivido aquí toda su vida, pueda considerársele boricua. Las reglas que facilitan estas puertorriqueñizaciones instantáneas bastardean el Derecho.
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