Que la apropiación ilegal de figuras navideñas inflables sea noticia de primera plana dice mucho de este país. Primero, que plantear eso como un serio problema de criminalidad me parece una exageración de marca mayor. Segundo, que el hecho de que muchos de estos hurtos - para usar el término más familiar - se den en sectores residenciales con acceso controlado confirma lo que todos sabemos: los pillos son los propios vecinos. Tercero, que esto de vincular esta ratería con la droga creo que es otra hipérbole de las fuerzas del orden público.
Personalmente, veo con cierto grado de simpatía esta actividad, pues contribuye a desinflar todo ese montaje ridículamente foráneo en nuestra Navidad. Por lo que se ve en la prensa, el blanco principal de estos cacos es Santa Claus y sus secuaces del mundo de las nieves. Pues, bien por estos escaladores, que han decidido hacer algo para acabar con toda esa imbecilidad que no tiene razón de ser en este país.
¡Feliz Navidad!
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