A los boricuas se nos ha hecho creer que somos inferiores a los americanos, y que todo lo de ellos funciona mejor que lo nuestro. La prensa de hoy nos cuenta tres historias que dan un mentís a esa pretendida superioridad. La iniciativa de un legislador puertorriqueño de New Jersey está a punto de rendir frutos, con la abolición de la pena de muerte en ese estado. La gestión de la Oficina del Comisionado de Instituciones Financieras resulta clave para tumbar un negocio de estafa piramidal. Mientras tanto, esos federales, que "se comen los niños crudos," siguen teniendo la mayor de las condescendencias con los banqueros y empresarios condenados hace cinco años por llevarse $160 millones, pues, sin haberlos encerrado un día, ahora se allanan a su solicitud de pasar la Navidad en familia, para entregarse después del 21 de enero a cumplir de dos a cinco años de reclusión.
Una vez más, se demuestra que la calle Chardón no es mejor que la Avenida Muñoz Rivera. Tenemos la capacidad de hacer bien las cosas, como individuos o instituciones. Los blanquitos, que hablan bien el inglés, consiguen que la Fiscalía y el Tribunal federal, tan implacables con alguna gente, se amantequille con ellos. Money talks.
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