La controversia acerca del informe Mitchell sobre el uso de sustancias prohibidas en la pelota profesional de Estados Unidos a su más alto nivel pone en evidencia la moral privada y pública de cada cual. Me parece que el asunto trasciende ese deporte en particular y tiene tangencia con otros aspectos de la vida en sociedad. Lo que está en juego es cuán importante son las normas y las reglas que se adoptan para el desenvolvimiento de una actividad, y qué pasa cuando algunos deciden pasarlas por alto, en busca de obtener una ventaja indebida. Aquí es que cada uno se retrata; hay quienes abogan por que no se tomen medidas, por veinte razones, y otros, que no creen en papas, ni en Roma ni en el Bronx, esperan que se apliquen las sanciones que correspondan. Yo estoy en este segundo equipo, aunque sea en el banco.
Tengo la impresión de que hay gente a quienes les molestan estas investigaciones porque desmitifican el "pasatiempo nacional americano", demostrando que es tan corrupto como la sociedad que representa. Esos prefieren vivir en ese mundo de ensoñación de Take Me Out to the Ballgame y Field of Dreams, olvidando, convenientemente, el Black Sox scandal y Pete Rose. No es posible quejarnos del deterioro social fuera del parque y, a la vez, hacernos de la vista larga o apelar a razones acomodaticias para justificar la trampa en el terreno de juego.
Quizá, en éste y en otros sentidos, debemos ser más seguidores del deporte y menos fanáticos.
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