Entendiendo lo difícil que debe ser para una madre entregar un hijo a la justicia, hay que fijar responsabilidad en la del joven que durante todo este tiempo se mantuvo oculto de las autoridades, luego de arrollar con su vehículo a unos corredores. La madre -- de quien se dice está vinculada a una iglesia evangélica -- ha sabido desde el primer momento que su hijo era el conductor en cuestión. No hay forma creíble de que ella no tuviera, por decir poco, la sospecha fundada de que se trataba del vehículo de su propiedad, que conducía su hijo. La notoriedad del caso y las condiciones del auto no dejaban lugar a dudas.
De manera que la madre ha encubierto el hecho delictivo del hijo durante casi un mes. Ha podido más en ella su amor de madre que su amor a la verdad y su fe cristiana. Madre e hijo han actuado mal, y merecen que se les procese con todo el rigor de la ley.
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