Los escándalos de trampas en el ámbito educativo son la orden del día. La presión de evidenciar un buen aprovechamiento académico motiva a estudiantes, administradores y profesores a realizar toda clase de maniobras para que sus escuelas alcancen ciertos niveles de desempeño exigidos por la legislación, casi siempre acompañados de ayudas o subvenciones económicas del Estado.
En Texas -- donde todo es grande -- también lo es el fraude escolar. Un juez federal acaba de sentenciar a tres años y medio de prisión a un director escolar muy creativo en su forma de registrar un buen aprovechamiento académico en su escuela: excluía a los estudiantes flojos de los exámenes que se usan para medirlo. Con ese jueguito, el hombre se agenció $54,000 en bonificaciones. (Lo cual pone en entredicho la manía americana de ofrecer incentivos económicos para que la gente cumpla con su deber, y lo que se logra es estimular una codicia que lleva a la ilicitud.)
Algunos consideran que la sentencia impuesta a Lorenzo García es muy corta. Yo le añadiría un par de años, como «bonificación», por ensuciar más la imagen de los latinos en USA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario