sábado, 29 de enero de 2011

Yo, una persona

En estos días de tanto lleva y trae con las pruebas para detectar el uso de drogas por parte de nuestros legisladores, me he enterado por la prensa escrita y la televisiva de que en la Asamblea Legislativa hay una cosa que se llama «Oficina de Capital Humano». Ya me era conocido ese otro engendro de «Recursos Humanos», pero se ve que va en escalada la deshumanización del lenguaje que se refiere al personal de las empresas privadas o agencias gubernamentales. Durante la mayor parte de mi vida - que ya se va haciendo larga - las oficinas que atendían los asuntos de personal se llamaban Oficina de Personal. Pero, en algún momento que no puedo precisar, a alguien le pareció que eso era poca cosa, por lo que había que darle un título rimbombante, que sonara a algo más complicado e importante, y ahí surgió lo de «recursos humanos». Porque, vamos a ver, ¿hay algún recurso humano que no sean las personas?

En esto se han combinado dos tendencias de imbecilidad social. Una es el afán de distinción, que lleva a buscar designaciones, nombres o títulos que den realce a quien realiza una función. Por lo tanto, hay que ponerle otro nombre - uno pretencioso -  a las cosas que conocemos de toda la vida. La otra es el uso de términos de las ciencias físicas o las ciencias sociales - perfectamente legítimos en sus contextos originales - para dar la impresión de que estamos frente a algo nuevo o intelectualmente complicado.

Me niego a caer en ese juego. Hace poco, estuve en un recinto de una universidad privada y, al procurar - a sabiendas - por la «oficina de personal» el funcionario me dirigió a la «oficina de recursos humanos», supongo que pensando en lo ignorante que soy.

Bendito...

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