Pongo por delante mi rechazo al tutelaje de las agencias del Gobierno de Estados Unidos en Puerto Rico. Dicho esto, es buena noticia que el Cuerpo de Ingenieros de Estados Unidos haya puesto «en pausa» el proyecto del gasoducto, precisamente, por las razones que han esgrimido consecuentemente las comunidades y las entidades que defienden el ambiente. El lenguaje del Cuerpo es elocuente, al catalogar lo presentado por el gobierno como «deficiente, muy conceptual y falló en tratar adecuadamente los asuntos planteados por otras agencias y el público». Más adelante remacha: «La información en el expediente sobre el proyecto Vía Verde [ nombre eufemísticamente engañoso conque se ha bautizado el gasoducto] no responde plenamente en materia de seguridad pública, impactos ambientales, especies en peligro de extinción ni conservación de hábitats y propiedades históricas.»
Ahora, el Gobierno de Puerto Rico queda en la posición - incomodísima para los asimilistas - de impugnar el juicio de sus amos, por ignorantes o incompetentes. Ya no son unos elementos radicales los que se oponen al infernal tubo, sino los «expertos americanos» que, además de saber, mandan.
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