Algo anda muy mal en nuestro sistema de administrar la justicia penal, cuando un hombre culpable de abuso sexual reiterado contra su hija de nueve años, en vez de ser sentenciado a los 24 años correspondientes, solo recibe una condena de seis años. Entendido el fin de evitar el sufrimiento adicional a la niña al presentarla como testigo, y las dificultades procesales de lograr una condena sin el testigo esencial o teniéndolo demasiado afectado como para que sea útil, el resultado es escandaloso.
Lo dicho por la Procuradora de las Mujeres, y exfiscal a cargo de procesar delitos sexuales, merece consideración muy seria. Lo que hay que hacer es ampliar y profundizar en los recursos investigativos y adjudicativos, de modo que se atenúe aún más el impacto emocional que producen en la víctima --sobre todo menor de edad -- los procesos policiaco, acusatorio y judicial. Aunque no es de fácil solución, el problema hay que resolverlo, para que se eviten fracasos de la justicia e inequidades como la registrada en este caso.
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