Se ventila el juicio por asesinato en segundo grado contra el policía que mató por la espalda a un compañero mientras realizaban labores de mecánica, a causa de que confundió el arma de reglamento con una pistola de tiempo, y sin querer la disparó. Hay dos cosas que resultan sospechosas. La primera es que se sostiene que el acusado es un conocedor de la mecánica automotriz, cosa que dificulta que haya confundido su pistola con el aparato mecánico en cuestión. La segunda es que esa pistola se haya disparado accidentalmente, cuando, lo que se ha dicho es que la víctima meramente le pidió a su amigo y compañero que le pasara esa herramienta. Véase que la alegada confusión supone que el acusado tuvo el descuido mayúsculo de colocar ambas pistolas muy cerca la una de la otra y que debe haberla tomado sin mirar, para dársela a su compañero.
Estipulada la amistad y el compañerismo entre víctima y victimario, me parece demasiado inverosímil lo que este último alega en su defensa. Aquí hay «gato» encerrado...y no es de los que se guardan en el baúl del auto.
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