Algo hay de burla en el aparente desenlace del caso por maltrato entre el coronel de la Policía y su compañera consensual. La anunciada reconciliación y hasta posible boda tiene mucho de sainete cómico. Pero, más allá del efecto entre las partes --alguien diría que se merecen el uno al otro --un caso como éste nos retrotrae a la época en que el abuso del hombre era visto como una cosa de la intimidad familiar en la que nadie debía intervenir, pues, con mucha frecuencia, la mujer terminaba perdonando al marido y defendiéndolo a capa y espada. De ahí aquel dicho de que «en problemas de marido y mujer, nadie se debe meter», que prevaleció por mucho tiempo, coloquial y hasta jurídicamente.
Si bien el arreglo, el perdón y la reconciliación son valores que deben promoverse en la atención de las controversias entre los seres humanos, hay que estar atentos a situaciones en que se usan para escapar de las consecuencias legales de una conducta tipificada como delictiva. El tiempo dirá, pero el caso que nos ocupa luce como una burda manipulación para salvar al coronel, o un chusco diría que, de esta manera, la mujer logra lo que de otra forma no había conseguido: el matrimonio.
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