La democracia y el estado de derecho israelíes son muy peculiares. El llamado Tribunal Supremo de Israel es solo un título, pues hace tiempo está bajo asedio ejecutivo y legislativo. Ahora, el Ministro de Justicia propone que se apruebe una ley que le permita al Parlamento «revivir» por cinco años una ley que haya sido declarada inconstitucional por el Tribunal Supremo, con la posibilidad de extenderla por cinco años adicionales. Así que, de Supremo, nada.
Esta situación trastoca la separación de poderes y el principio de revisión judicial, bases de un sistema de pesos y contrapesos que resulta en un Estado más respetuoso de los derechos y las libertades de sus ciudadanos. Irónicamente, Israel, que se jacta de ser la única democracia en ese Oriente Próximo plagado de regímenes autocráticos y dictatoriales, se mueve cada vez más en dirección contraria a las mejores prácticas democráticas y de respeto a los derechos humanos.
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