Resulta, cuando menos, irónico y desmoralizante que una agencia gubernamental encargada de un asunto viole precisamente la normativa relacionada con dicha cuestión. Es en este sentido que lo que ocurre en el Departamento de la Familia con relación al centro de cuido de niños para beneficio de los empleados sea alarmante. Que dicho centro -- ubicado en las propias instalaciones de la oficina central -- carezca de la licencia que el propio Departamento otorga es tragicómico, y apunta a un desmadre administrativo que hace tiempo se advierte en esa dependencia gubernamental en muchos otros renglones.
La facultad de licenciar establecimientos para cuido de ancianos o de niños es una de las más delicadas e importantes de la encomienda institucional del DF. Han sido muchas las controversias surgidas en torno de ella. ¿Con qué autoridad moral puede la agencia exigir el cumplimiento estricto de reglamentos, cuando se halla a sí misma en falta tan grave?
Como suele suceder en estos casos, el amiguismo y el favoritismo explican lo inexplicable. Todo parece indicar que haber puesto este centro, primero, en manos de una persona poco capaz y luego, de otra cuyo único «mérito» es el parentesco con una influyente figura del gobierno lo llevó a este desaguisado.
Quizá pensaron que, como éste es el Departamento de la Familia...
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