No hace falta insistir en que la actuación de la mayoría del Tribunal Supremo de Puerto Rico es inconstitucional o, cuando menos, ultra vires, y que merece el repudio general del país. Pero, lo que debería consternarnos verdaderamente es que se hable de buscar el amparo del Tribunal Supremo de Estados Unidos en este asunto. He escuchado y leído declaraciones de independentistas de cierta prominencia en las que consideran esa posibilidad. Hacerlo sería validar la jurisdicción de ese país en el nuestro, y declararnos en quiebra intelectual y moral para resolver este problema.
Así no se hace patria. Los puertorriqueños tenemos que resolver nuestros problemas, por una vía o por otra. No debemos correr a Washington; ni a la Casa Blanca, ni al Capitolio ni al Tribunal Supremo a buscar remedio a nuestros males, mucho menos con base en la ignominiosa Ley 600, que pretendió validar la colonia por consentimiento. Aunque es muy improbable que el Supremo federal atienda un recurso de esta naturaleza, su mera presentación es una claudicación de la puertorriqueñidad como nacionalidad separada e institucionalmente sólida. Que los anexionistas vean con buenos ojos algo así es entendible; que los llamados soberanistas y uno que otro independentista lo hagan es trágico.
Prefiero una y mil veces que se consume la usurpación de funciones administrativas del Juez Presidente, a que aceptemos la usurpación mayor del coloniaje, suplicando que la metrópoli nos salve de nosotros mismos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario