El centro de detención, o comoquiera que eufemísticamente le llamen los americanos a lo que tienen en Guantánamo, sigue siendo una afrenta al Derecho en todos los sentidos. El atropello más reciente es la decisión de abrir toda la correspondencia de los abogados de los detenidos allí. Para colmo, han pedido el consentimiento por escrito de esos letrados. Ellos, por supuesto, se han negado a dar su aval a tan flagrante violación de una norma básica de la abogacía: la confidencialidad de la comunicación entre el abogado y su cliente.
De manera que a los americanos no les ha bastado con tener detenidos, sin siquiera juzgarlos, a unos individuos durante seis o siete años, o haberse retractado de su decisión de someterlos a juicio por el proceso ordinario, para entregárselos a una «justicia» militar amañada, que tampoco procede contra ellos, sino que se burlan descaradamente de otro de los principios generales del Derecho.
¡[In]feliz año nuevo!
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