No sé si darle el beneficio de la duda a Mayra Montero, escritora cubana de cierto renombre radicada en Puerto Rico hace muchos años, y achacarle los errores a los «duendes» de la imprenta. En su columna periodística sobre el proxeneta «Peluquín», se lee: «Uno pensaría que un tipo sumergido en ese lodazal, se acuesta al despuntar el día y se levanta hacia el atardecer». Más adelante, dice: «Luego las niñas dijeron que de $500 nada, que sólo les daban $100». Llamo la atención al uso incorrecto de la coma en estos dos ejemplos.
Dejando a un lado la dificultad práctica de «sumergirse» en un lodazal -- distinto de un pantano -- en el primero, se ha colocado la coma entre el sujeto y el predicado, sin que haya razón gramatical alguna para ello. Se trata de un error elemental, que, sin embargo, es frecuentísimo en nuestro medio.
En el segundo ejemplo, no es coma lo que pide la pausa en la expresión del pensamiento, sino punto y coma, signo ortográfico que la señala de mayor duración y, a la vez, puntualiza la relación estrecha entre lo que lo antecede y lo que lo sigue.
A ver si, antes de que llegue el 2012, aprendemos a usar la coma...
No hay comentarios:
Publicar un comentario