En Arizona están tan ocupados persiguiendo a los inmigrantes ilegales -- o a cualquiera que se parezca a uno -- que no tienen tiempo para investigar los delitos sexuales, algunos de ellos contra menores de edad. El escándalo es tan grande que hasta John McCain ha puesto el grito en el cielo. No debe sorprender que algunas de las denuncias no investigadas o investigadas muy mal tienen que ver con víctimas que son inmigrantes ilegales. El comisario Joe Arpaio, quien se jacta de ser un tipo duro en su desempeño oficial, es el principal culpable de este descalabro, que afecta a más de 400 casos.
En gran medida, lo ocurrido es el reflejo de la mentalidad que ha llevado a la aprobación de la ley en ese estado y en los que han seguido ese mal ejemplo. Una vez se infravalora a las personas, por su origen o raza, es mucho más fácil discriminar contra ellas, incluso con el respaldo de la ley y de los procedimientos. Poco importa, entonces, que sean víctimas de particulares, cuando lo son del Estado.
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