Los buenos deseos y el entusiasmo navideño nublan el entendimiento lingüístico. Pongamos por caso, las declaraciones de un pastor evangélico: «Hay gente que quieren acallar la conciencia, por el tiempo que no le dedicamos a un hijo, con cosas que le queremos dar para compensar ese tiempo y eso se transmuta en que todo el mundo gasta lo que no tiene». Tiene razón el reverendo en lo que dice, pero quizá deba sacar tiempo de su estudio bíblico, para estudiar mejor el español. Dejo a un lado la falta de concordancia de número y de persona, para comentar lo resaltado en negritas.
Supongo que su conocimiento de la teología lo ha llevado a confundirse, al seleccionar el concepto de «transmutación» en este contexto. Si bien se trata de «cambiar una cosa en otra», no es un cambio cualquiera, sino en su esencia y composición material. Por eso, su significado siempre ha estado atado a la alquimia, la física y la química. Quizá el predicador estaba pensando en la transustanciación, es decir, la creencia en la conversión de pan y vino en el cuerpo y la sangre de Cristo.
Lo que este siervo de Dios ha querido decir es que ese afán de compensar la falta de atención lleva o motiva a algunos a incurrir en un gasto dispendioso en regalos.
¡Feliz Navidad!
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