La suspensión del ejercicio de la abogacía por seis meses de un conocido criminalista era de esperarse. La ética profesional es clara: no se pueden representar, de forma sucesiva, clientes con intereses en conflicto, pues la información que se obtiene de una representación se usa indebidamente en la otra. En este caso, haber sido abogado de la viuda del asesinado, quien en un momento figuró como víctima y testigo del crimen, y luego del acusado por esos hechos, resulta en una confusión de roles profesionales que es insostenible.
Debe entenderse que la ética es siempre más rigurosa que lo estrictamente legal. Por eso es que la mera apariencia de lo impropio es inaceptable. Es principio bien establecido que cualquier duda sobre el proceder del abogado debe ser resuelta en contra del propio abogado, absteniéndose del curso de acción contemplado o renunciando a lo que haya comenzado. Los abogados sabemos estas cosas, y no debemos ser temerarios, empeñándonos en actuaciones siquiera dudosas.
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