La glorificación de lo castrense -- parte fundamental del mito estadounidense -- lleva a excesos de todas clases. En esa sociedad enferma de avaricia y ventajería, algunos, en casos muy sonados, han aprovechado para reclamar falsamente honores militares. El asunto llegó al punto de que en 2006 se aprobó una ley que tipifica esa conducta como delito menos grave. Como era de esperarse en un país tan dado al litigio, dicho estatuto ha sido impugnado constitucionalmente, como una violación a la libertad de expresión.
Que un caso así sea presentado y, sobre todo, haya tenido acogida judicial hasta el nivel apelativo dice mucho y muy mal del sistema jurídico de Estados Unidos. La frivolidad del planteamiento constitucional es tan patente que amerita un «no ha lugar» de inmediato. La falsa representación o la impostura no tienen cobija constitucional. Resulta bochornoso que alguien quiera «ganar indulgencias con escapularios ajenos» y además tenga la cachaza de reclamar que lo protege la Constitución.
Otra cosa es si valía la pena hacer de esos reclamos falsos un delito, o hubiera bastado con exponer a los desfachatados al escarnio público. Pero, allá ellos, que son blancos y se entienden...
No hay comentarios:
Publicar un comentario