Yo que me quejaba de la majadería de los curas y las monjas de la escuela en que estudié, cuando los lunes nos sometían a un «interrogatorio» para comprobar nuestra asistencia a la misa dominical, ahora veo que hay métodos dignos de
1984. Un cura polaco ha instalado un lector electrónico de huellas digitales para los muchachos de su parroquia, de manera que no haya escapatoria. Peor aun, les ha ofrecido que si acumulan 200 asistencias, los exime de una prueba escrita.
Evidentemente, este cura tiene resabios del totalitarismo que, supuestamente, terminó en 1989, y ha encontrado en la Iglesia - que nunca ha sido muy respetuosa de la libertad y los derechos humanos - una forma de canalizar sus ansias de control fascistoide. Los polacos, que se quejaron tanto del estatismo soviético, deberían rechazar esta clase de práctica. Veremos a ver qué dice el Vaticano, ese otro recinto de libertades civiles y de conciencia...
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