En Idaho han sentenciado a cinco años en probatoria a un hombre que le pegó fuego a un compañero de trabajo, luego de que éste le escribió al tribunal para decirle que lo había perdonado. Aunque los tribunales deben tener en cuenta el sentir de las víctimas o sus familiares, según el caso, me parece que el juez sentenciador ha abusado de su discreción. Un individuo que es capaz de un acto de esa naturaleza es un peligro ambulante, independientemente de la bondad - o la imbecilidad, diría yo - de la víctima en este caso.
En época reciente se han registrado casos en nuestro país en los cuales gente muy religiosa ha manifestado su perdón al victimario de su ser querido. Todo eso está muy bien, pero los tribunales tienen que hacer una evaluación independiente sobre la gravedad del delito y la peligrosidad del sujeto, para sentenciarlo acorde con esos factores.
Si alguien quiere perdonar a otro «70 veces 7», que lo plantee en el «tribunal celestial». En el de acá abajo, hay que meterlo preso.
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