La noticia de que el proceso de divorcio entre McCartney y Mills llega a su fin trae a la atención de todos la forma en que éstos y otros asuntos, incluso de naturaleza penal, se atienden en los tribunales ingleses. En Inglaterra, cuya prensa amarillista es legendaria, los tribunales se cuidan mucho de que los casos no se ventilen como si estuvieran en Picadilly Circus. Hay restricciones a la función informativa que, en este lado del Atlántico, son incomprendidas y provocarían que las organizaciones de prensa dieran gritos de "¡Has blasfemado!"
Acá, en esta ínsula donde las Tablas de la Ley nos las da Moses, no hemos llevado el mandato constitucional de que "la dignidad del ser humano es inviolable" a sus consecuencias naturales y lógicas en los procesos de la administración de la justicia. De ahí que la prensa - y otros que sólo son averiguaos profesionales - campeen por sus respetos en cuarteles de policía y tribunales, husmeando en la vida ajena, con el beneplácito de funcionarios de todas clases.
A los ingleses, a quienes nadie podría acusar de fidelistas o chavistas, no se les ha caído un canto de democracia por meter en cintura a los mercenarios del llamado Cuarto Poder. Lo que es bueno allá en los Inns of Court también lo es, al decir de McCartney hace muchos años: "Here, there and everywhere..."
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