Tiene que inquietar la revelación de los desmanes en el sector penitenciario femenino, donde hay guardias penales masculinos con acceso indeseable a las confinadas. He dicho antes que "la dignidad del ser humano es inviolable" es el principio cardinal de todo nuestro estado de Derecho. Ese mandato constitucional no pierde vigencia, una vez se cruzan los portones del penal. Allí, aunque atenuados o restringidos unos derechos, el derecho a un trato digno subsiste tras las rejas.
Hay dificultad para entender esta cuestión, pues se tiende a infravalorar a los seres humanos cuya conducta antisocial los lleva a la prisión. Pero, es el caso que el Estado es el custodio de la seguridad física y moral de estas mujeres, y resulta intolerable que se les viole su intimidad, sometiéndolas al fisgoneo oficial o a cacheos y registros por parte de varones. De ser cierto que hay suficientes oficiales de custodia femeninas, no hay razón alguna para que intervengan los varones en los procedimientos correccionales de las confinadas.
Los cabros y su parentela humana no deben velar las lechugas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario