jueves, 10 de enero de 2008

Un clero claro

Hay que aplaudir las expresiones y la postura del obispo episcopal en torno del embeleco de algunos pastores - que más parecen borregos - de trastear la Constitución para apuntalar la santidad del matrimonio. El señor obispo entiende mejor las "cosas del César" que algunos en el Senado y en otros foros, y sabe que, con lo dispuesto en el Código Civil, basta. Por supuesto que esperar que le dé paso al matrimonio entre personas del mismo sexo sería mucho pedir, pero su apertura a las uniones de hecho habla bien de alguien que, como cristiano, profesa que no hay mandamiento más grande que el amor al prójimo y la caridad como virtud.

La separación entre el Estado y la Iglesia es un valor democrático y libertario importante, que hay que defender a brazo partido, ante el riesgo de caer en las teocracias oscurantistas del pasado. Las iglesias tienen la función de orientar espiritual y moralmente a sus feligreses; incluso, como cualquier "hijo de vecino", pueden abogar por que se adopten sus posturas como política pública. Pero, la nuestra es una sociedad plural y secular, que debe atender los intereses y necesidades de todos, hasta los no creyentes. Permitir que unas personas se unan para vivir su amor no es obligar a los demás a hacerlo de esa manera. El verdadero pecado está en no dejar que ese prójimo ame libremente.

2 comentarios:

Jaime Riera Seivane dijo...

Yo me pregunto:

1. si Jesse Helms habrá estado orientando a nuestros consejeros legales en el Capitolio para esta "importante" enmienda.

2. Estos grandes "consejeros" de la legislatura, ?habrán creído que el Código Civil es una piedra estilo la de Hamurabi?

y por último, y no menos importante,

3. Continuaremo permitiendo y soportando el circo del Derecho?

Roberto Ariel Fernández dijo...

En la edición de Claridad de la semana del 24 al 30 de noviembre de 2000, se publicó un artículo mío ("Los homosexuales y la dignidad del ser humano"). En ese escrito comenté sobre la posición de muchos "líderes religiosos " y activistas como Carlos Sánchez, en torno al artículo del Código Penal de P.R. que hacía un delito las relaciones sexuales entre personas del mismo género. Semanas antes, Sánchez y su "Coalición Cristiana Internacional" habían apoyado a Carlos Pesquera por él estar de acuerdo con no derogar dicho artículo del Código Penal.

Sabemos que el Tribunal Supremo de los Estados Unidos puso a descansar esa controversia con su decisión, pocos años después, que declara inconstitucional este tipo de legislación penal. Ahora la controversia se mueve al terreno de la llamada "sagrada institución de matrimonio." Pero la intolerancia, la ignorancia y la maldad, (soy secular, así que no hablo de pecado ni de "maldad" en el sentido religioso), son las mismas. Los malvados y los intolerantes son los mismos ahora que en 2000. Estos llamados "religiosos" insisten en un fundamentalismo anti-humano y malvado.