La suspensión de la volibolista por no presentarse a unas prácticas tiene un interés que trasciende el ámbito deportivo. Aunque, a primera vista, el castigo de seis meses luce excesivamente severo, me parece que debe sostenerse en cualquier instancia apelativa. Tomando como ciertos los datos que se publican, la conducta de la joven da la impresión de un claro menosprecio del compromiso con el equipo nacional, aduciendo razones falsas para no comparecer a las prácticas. Creo que la clave está en los reveladores comentarios de la ex jugadora y ahora dirigente, a los efectos de que en otros casos similares no se habían aplicado sanciones tan drásticas. De manera que la jugadora descansó en esos "precedentes", confiando en que correría la misma suerte. Ahora que la Liga se ha dejado de chiquitas, y le ha bajado duro, ella se canta víctima.
Esto me recuerda a esos acusados que levantan el banderín del encausamiento "selectivo", alegando que hay otros en falta, y que a ellos no se les debe procesar. También apunta a cierto grado de temeridad, un proceder que el Derecho castiga especialmente porque supone la plena conciencia de que se actúa mal y, a pesar de ello, se insiste en dicha conducta. En el foro deportivo, así como en los demás, hay que tomarse en serio las normas "desde el saque", para que no lo saquen a uno de la cancha.
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