A mí, esto de la competitividad me da tres patás en la boca del estómago, como solía decir mi madrina, hace muchos años. Se trata de un vocablo del cual se abusa constantemente en la discusión de los asuntos públicos. Cuanto pichón de analista financiero o economista abre la boca en este país nos endilga la palabreja a la menor provocación. Ni decir de los comerciantes y los industriales, que la repiten como un mantra contra todo reclamo de justicia salarial o social. Hasta hace unos años, el término era prácticamente desconocido; la gente hablaba de competir, capacidad de competir, competir favorablemente o ventajosamente, en fin, de lo que siempre se ha hablado en español, pues la competencia no es un asunto nuevo en el mundo.
Nuevamente, estamos ante una de esas modas a las cuales son tan suceptibles las clases profesionales, que buscan usar un lenguaje seudo científico y esotérico, para dar la impresión de que tienen un conocimiento superior al resto de los mortales.
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