Es de apreciar la franqueza del Secretario de Justicia, al quejarse de la falta de experiencia práctica de algunos de los abogados que se reciben con nombramientos de fiscal en el Departamento de Justicia. El problema es peor que el que señala.
No es solamente la inexperiencia práctica en el litigio penal; es la falta de formación profesional en la abogacía. En las palabras inmortales de un exdecano de Derecho hace muchos años: «Alberto, yo sé que nosotros graduamos gente que no se debería graduar». Esa revelación confidencial hace 30 años sigue vigente. Un profesorado condescendiente y poco riguroso tira a la calle con título a profesionales a medio cocer. En otras palabras inmortales de otro profesor -- por cierto, muy respetado -- «Que los cuelgue la vida». Ahí está la génesis del problema.
Por supuesto que Miranda tiene razón en que se nombra gente por amiguismo y otras consideraciones ajenas al talento y al talante para desempeñarse decorosamente en el salón de sesiones de lo penal. Pero, eso no lo va a curar nadie en este sistema, a menos que el Ministerio Público y, de paso, la Judicatura sean un sistema de carrera que se respete.
Para eso tienen que cambiar muchas cosas en este país, y a los que se han beneficiado del statu quo no les conviene.
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