Si bien rechazo vehementemente la jurisdicción de Estados Unidos en Puerto Rico, no me queda más remedio que comentar sus asuntos y dictámenes. He dicho antes que la escritura está en la pared hace mucho tiempo, para quien la quiera ver e interpretar: el matrimonio homosexual se impone por imperativo jurídico de igualdad plena. No puede continuar sosteniéndose la distinción entre adultos que, ausente otras condiciones, quieren vivir su amor y tener todos los derechos y las protecciones de ley que el Estado les reconoce a los matrimonios heterosexuales. La homofobia paulina no puede ser fuente de Derecho en una sociedad laica y pluralista. Desafortunadamente, personas esclarecidas con respecto a otros asuntos se aferran irracionalmente a miedos ancestrales, prejuicios atávicos y actitudes inquisitoriales sobre este particular.
Pero, el Derecho auténtico, inspirado en una visión prístina de lo «justo y necesario», va reconociendo el deber ineludible de aceptar la «búsqueda de la felicidad» de todos los seres que se aman genuinamente, sin excluirlos por razón de género u orientación sexual. Esperemos que el tribunal de Boston así lo dictamine, y con ello se una a la corriente inexorable de la Historia.
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