La expresión, sea escrita u oral, se nutre, entre otras cosas, del lenguaje en sentido figurado, es decir, el que no tiene el significado literal de las palabras en cuestión. Se trata de un recurso de uso frecuente y muy útil para dar colorido y viveza a la expresión, dando muestra de creatividad e ingenio en el decir, llamando la atención a las ideas, puntualizando y resaltando algún concepto.
Muchos de ellos están recogidos en «frases hechas», o sea, son producto de la tradición consagrada por el tiempo, como en «morirse de hambre», «romperse la cabeza» «morderse la lengua», «tener el corazón de oro», y otras por el estilo.
Hay que tener cuidado en su empleo, sin embargo, pues, a veces, el afán por aprovecharlo puede llevar a utilizarlos en contextos que no son del todo apropiados, o que resultan disparatados o exagerados. Debemos conocer primero el propósito y sentido de los términos, antes de aspirar a emplearlos de manera figurada en otros ámbitos lingüísticos.
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