Por supuesto que la colega que defiende a uno de los asesinos confesos de la familia de Guaynabo tiene un caso imposible de ganar. Quizá por ello ha recurrido a tácticas desesperadas y hasta contraproducentes, como indisponerse con la jueza que preside la vista preliminar, imputándole parcialidad; contrainterrogar extensamente al jovencito de 13 años sobreviviente de la matanza, y objetar exageradamente el contrainterrogatorio del abogado del otro acusado. Es posible también que, por el vínculo familiar con su defendido -- hijo adoptivo de una pariente suya -- ella esté haciendo este despliegue litigioso, a fin de que se le acredite que hizo todo lo posible por él, que en este caso es establecer que él no haló el gatillo y su participación fue menos activa que la del otro acusado.
Pero, difícilmente ella logre su objetivo. A esos dos muchachos no los salva nadie de una condena segura por ese crimen horrendo.
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