Escribo desde París; he venido a conocer a mi primer nieto, pues mi hija reside aquí. Da la casualidad de que se produce acá una noticia jurídica que, de alguna manera, tiene que ver con la felicidad familiar que produce la llegada de una criatura al entorno familiar. Sorprende que los franceses, liberales y progresistas para tantas cosas, le nieguen a las parejas lesbianas la posibilidad de que una adopte el hijo de la otra, cuando esa criatura se ha producido por reproducción asistida. Francamente, que en 2014 un tribunal impida algo así resulta chocante, habida cuenta de la nueva sensibilidad que recorre el mundo.
Yo, que junto a mi esposa hoy contemplo a mi hija y a mi nieto, no podría negarle la felicidad de llamar suyo al niño que así lo siente una mujer que ama a otra. El derecho de familia no debe hacer distinciones entre las formas de concebir ni de relacionarse amorosamente los seres humanos. Todo lo contrario; debe facilitar que el amor quede validado jurídicamente, para protección de las partes, sobre todo los menores necesitados de amor y cuidados.
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