De mis estudios de Derecho Penal recuerdo el concepto de «hurto famélico», aquel que se comete impulsado por el hambre y la necesidad, hecho mundialmente famoso por Víctor Hugo en «Los miserables», con el cometido por Jean Valjean, que le valió la persecución implacable del inspector Javert. Pensé que se trataba de una curiosidad histórica, sin gran pertinencia a la modernidad.
Me equivoqué. Por lo que leo desde este París de Valjean y Javert, el asunto ha cobrado cierto relieve en Puerto Rico en estos días. Un hombre acusado de hurtar unos plátanos y una mujer de apropiarse de unas carnes son ejemplos del hurto famélico del siglo 21. (Debieron juntarse para comer carne frita con mofongo, en cuyo caso el Estado le añadiría el cargo de conspiración.)
He aquí dos casos para aplicar la pena más leve, con atenuantes, porque, cuando el hambre ataca, cualquiera delinque...
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