Aunque no suelo estar muy de acuerdo con las iglesias -- por razones muy prolijas de enumerar -- creo que tienen razón en su reclamo para que la exención del impuesto sobre ventas y uso que se les legisla se le extienda a otras entidades benéficas y sin fines de lucro. Si el fundamento es ayudar a los que ayudan a los menesterosos, entonces ese beneficio no debe limitarse al sector eclesiástico, pues se estaría discriminando por razón de credo, algo impermisible dentro de nuestro esquema constitucional.
No sé si el planteamiento de las iglesias surge de un convencimiento genuino sobre la justeza de que el beneficio cobije a todos los «buenos samaritanos» o --¡malpensado de mí! -- a que no quieren que se pueda cuestionar con éxito la constitucionalidad de la exención para ellas solas. De todas maneras, si se deciden a aprobar la exención del IVU por razones humanitarias, que incluyan a todos los que hacen obras de caridad y misericordia. Que para eso todos somos «hijos de Dios»...
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