Los derechos y las libertades pueden ejercerse de manera perversa. En varios estados de Estados Unidos se litiga para tener acceso irrestricto a las ejecuciones de la pena de muerte. Los medios de comunicación reclaman su derecho de prensa libre a estar presente en todo el proceso de ajusticiamiento. Los tribunales de Idaho, Ohio y California le dan la razón. Los estados se resisten, no sé si abochornados por el espectáculo vengativo. Ello, a pesar de que hace muchos años el Tribunal Supremo de Estados Unidos tuvo la desfachatez e insensibilidad de dictaminar que la pena capital no era «castigo cruel e inusitado».
Puede ser que el interés periodístico responda a ese morbo que carcome a la sociedad norteamericana. También es posible que se piense que informando las ejecuciones en toda su crudeza se consiga un rechazo en la opinión pública. En cualquier caso, se trata de algo que pone sobre el tapete la deshumanización de una sociedad que, a despecho de la evolución de los derechos humanos en casi todo el orbe, se aferra al asesinato por parte del Estado.
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