Human Rights Watch, entidad respetable en el mundo de los derechos humanos, ha puesto el dedo en la llaga del fascismo disfrazado de «lucha contra el terrorismo». A partir del 11de septiembre de 2001, los gobiernos del mundo -- ya van por 140 -- aprobaron legislación que vulnera, en mayor o menor grado, el esquema de derechos civiles, constitucionales y humanos reconocido internacionalmente. El primero y más culpable de todos ha sido el de Estados Unidos, que ha subvertido, con el beneplácito de sus tres poderes constitucionales, un estado de derecho que muchos, mal enterados, han tenido por modélico. Mucha razón tenían los chinos cuando, recientemente, le sacaron en cara a los americanos parte de sus desmanes, empezando por su centro de tortura en Guantánamo.
Lo que ha ocurrido en el mundo es que se ha aprovechado la coyuntura terrorista para montar o fortalecer un aparato represivo contra la disidencia y la oposición, cuya punta de lanza es la mera sospecha, y procesalmente tiene mucho del mundo de Kafka. El terror al terror ha adelantado el desmantelamiento del palio del Derecho, en favor de un fascismo consentido por la sociedad. Huyéndole al terrorismo de bandas, hemos caído en el de Estado, con una legalidad hecha a su medida.
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