Solamente la prepotencia de la Presidenta de la Cámara de Representantes explica su torcida posición con respecto a la admisión de culpa de su ayudante en el fraude electoral de las primarias. O sus estudios de Derecho -- que no sé en qué han quedado -- no le han valido gran cosa. Decir que no va a proceder contra su ayudante porque se trata de un «asunto personal» ocurrido fuera de horas laborables es un cinismo de antología digno de que se le residencie. Que la presidenta de un cuerpo legislativo exprese públicamente un criterio tan disparatado da la medida del deterioro institucional en nuestro país.
Véase que, en este caso, no hay cosa alguna que investigar ni adjudicar; de eso se encargó la persona involucrada en la violación a la Ley Electoral, admitiendo los hechos. La presidenta cameral pretende reducir este asunto a una cuestión que se debe dilucidar estrictamente dentro del ámbito electoral, pero ello es insostenible. Ni legal ni éticamente es posible que esa persona pueda seguir prestando servicios de confianza en la Presidencia de la Cámara.
Auguro que la presión partidista y la de la opinión pública obligarán a la Presidenta a rectificar su intención equivocada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario