Continúa la saga del caso González Cacho, ahora con la controversia acerca de la custodia de las hermanas del niño asesinado. La decisión del tribunal que le permite a la madre ver a sus hijas con la supervisión de personal del Departamento de la Familia es la más acertada, por prudente. Hay que recordar que al niño lo mataron estando en la casa de su madre, con ella presente. Ella ha sotenido no saber qué ocurrió, lo cual plantea posibilidades todas muy negativas para ella. La primera es que ella esté mintiendo. La segunda es que ella no sepa porque estuvo inconsciente parte de esa noche, producto del consumo de alcohol o drogas y de una relación íntima con alguno de los hombres que la visitaron esa noche. En cualquier caso, Ana Cacho no queda bien parada como madre que merezca tener la custodia de sus hijas.
La visitas supervisadas son el mecanismo para evitar que ella influya en el ánimo de las niñas, logrando que declaren de manera congruente con la versión que ella ha dado. En este caso se ha visto una participación muy activa y tendenciosa de la madre de Ana, sobre todo, a la cual hay que impedirle ese contacto con sus nietas, para evitar que les suministre un «libreto» de lo que deben declarar.
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