Siempre sospeché que mucha gente había aprovechado el problema mecánico de los Toyotas hace algún tiempo para reclamar falsamente por daños a causa de la aceleración espontánea y súbita de los vehículos. Me parecía rara la coincidencia masiva de miles de personas experimentando esa situación, y conociendo la naturaleza humana, supuse que había mucho de fraude en ello.
Aunque habrá que esperar por el desenlace de este novelón, en Estados Unidos se ha pedido la desestimación de cientos de pleitos porque los demandantes no han aportado prueba de que las aceleraciones hayan siquiera ocurrido o de que, de haber sucedido, hayan producido algún daño. El cálculo que se ha hecho es que, en los últimos diez años, ha habido 93 muertes que se podrían atribuir a este desperfecto, una cifra lamentable, pero muy lejos de las 3,000 quejas informadas en el breve plazo registrado hace poco.
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