El dictamen judicial que invalida unas disposiciones del Reglamento de Estudiantes de la Universidad de Puerto Rico, por imprecisas y vagas, era de esperarse. El tribunal apreció correctamente que no es válido en Derecho que un texto que da lugar a sanciones disciplinarias sea tan amplio como para que deje a la discreción casi absoluta de la autoridad su aplicación. En otras palabras, las prohibiciones tienen que estar claramente definidas y las sanciones también. Lo contrario es digno de una novela de Kafka; interesante como literatura, pero una pesadilla como realidad.
Francamente, uno no se explica cómo abogados mínimamente competentes preparan engendros como éstos, y esos mismos u otros tienen la fuerza de cara de defenderlos en un tribunal. De ahí que en esta epopeya universitaria de meses recientes, incluso estudiantes de Derecho han prevalecido en los tribunales frente a experimentados abogados que se empeñan en defender lo indefendible. Veremos si los abogados de la Universidad tienen la temeridad de ir al Tribunal de Apelaciones y, en última instancia, al Supremo, confiando en que aquella «cancha» les sea favorable.
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