Se pretende continuar legislando sobre asuntos que competen mejor a la familia o a instituciones del sector privado. Ordenarle al Departamento de la Familia crear un curso de orientación prematrimonial es una idea «simpática» pero un tanto fútil, sobre todo de la forma en que se ha concebido. En primer lugar, porque se trata de algo voluntario, es decir, que no sería un requisito para contraer matrimonio, y en segundo término porque su duración sería de ocho horas. Aunque siempre podría argumentarse que eso es mejor que nada, lo cierto es que es patentemente insuficiente para cubrir el tema. Si de veras se quiere hacer algo al respecto, el cursillo debería durar, cuando menos, ocho días.
Aunque creo en el concepto general del «Estado benefactor», me parece que esta cuestión debe ser atendida por las iglesias u otras instituciones de la sociedad civil que, por voluntad de las partes, puedan orientarlas acerca del matrimonio en sus distintos aspectos. Me temo, sin embargo, que nada de eso va a detener los divorcios y otros problemas matrimoniales, como se pretende conseguir con esta medida. Un chusco - yo no, por supuesto - diría que para eso haría falta un curso de, por lo menos, ocho años...
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