La buena voluntad es fundamental para todo, incluso para resolver disputas complicadas sobre impericia profesional médica, un espinoso problema cuya solución se presenta elusiva por demás. En la ciudad de Nueva York, hay un juez que se ha dado a la tarea de poner en práctica un método para zanjar diferencias entre demandantes y médicos y hospitales. El magistrado, quien se ha educado asistiendo a clases en una escuela de medicina y leyendo artículos de revistas médicas, dirige personalmente sesiones en las cuales las víctimas o sus familiares tienen la ocasión de desahogarse por los daños sufridos. Parte esencial del método consiste en que los hospitales acepten los errores cometidos desde el principio, sin negarlos o encubrirlos. Con base en ello, se negocia una compensación razonable para ambas partes. Este programa ha tenido tanto éxito que el gobierno federal ha asignado fondos para ensayarlo en otras jurisdicciones.
Copiemos lo bueno.
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