Hace poco más de medio siglo, la cinta The Bad Seed causó mucha controversia, al plantear la posibilidad de que una niña de ocho años tuviera instintos criminales y les diera rienda suelta, asesinando. El caso de los niños de ocho y nueve años a quienes se les imputa la violación de la niña de once en el estado sureño de Georgia revive aquella vieja polémica, planteándole un difícil problema a la justicia penal. ¿Qué hacer con estos niños, que, evidentemente, tienen capacidad para concebir y ejecutar un crimen violento? La norma general, que no reconoce responsabilidad penal a niños menores de cierta edad - en este caso, 13 años - no luce apropiada para lidiar con la ofensa cometida. Ya se anuncia que, de aplicárseles los estatutos correspondientes, podría condenárseles a un máximo de cinco años en una institución para menores.
Generalmente, los llamados delincuentes juveniles son adolescentes, pero aquí nos enfrentamos a párvulos, que uno supone están en tercero o cuarto grado en la escuela. De primera intención, es casi imposible asimilar que, a esas edades, pueda haber mens rea, es decir, la intención criminal. Pero, cuando se ha estado un rato en este mundo, se aprende que truth is stranger than fiction. O que, como decía mi padre: "Hay gente que nace dañá."
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