Decía un viejo y querido amigo que "mal de muchos, consuelo de...tontos", pero el mal compartido ayuda a poner en perspectiva el propio. Las acusaciones de corrupción contra el ex jefe de la Policía de la ciudad de Nueva York son una muestra de que "en todos lados se cuecen habas", sobre todo cuando, por razón del cargo que se desempeña, se tiene ese contacto continuo y directo con el bajo mundo. Por supuesto, aquí no se trata de unos guardias de palito, sino de todo un jefe policial de una metrópolis. Parece que este hombre encarnaba el dichoso American dream, es decir, que, en esa tierra, cualquier infeliz se hace gente - y rico - en un dos por tres. En 1993 era chófer de Giuliani; luego lo nombraron jefe del departamento correccional de la ciudad y, finalmente, jefe policial en 2000. Definitivamente, Kerik disfrutó de sus siete años de buena suerte.
Ese ascenso meteórico empezó a declinar cuando lo mandaron a Irak a adiestrar a la policía de allá, y "se robó los chavos", pues no cumplió su misión. A pesar de ello, su cuate Giuliani lo recomendó para dirigir el U.S. Department of Homeland Security y Bush lo aceptó, pero la felicidad duró poco porque el sujeto tenía problemas contributivos relacionados con una niñera. El año pasado, Kerik admitió haber recibido de una empresa constructora el equivalente a $165,000 en trabajos de remodelación a su apartamento, mientras era jefe de la Policía. En fin, el tipo es un gangster, y hay muchos más esqueletos en su closet.
Tomen nota todos ésos que se pasan diciendo que en Puerto Rico no se puede vivir, y que creen que aquello allá es la tierra del milk and honey. La Gran Manzana tiene su Gran Gusano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario