Como un abuso de discreción judicial habría que catalogar la sentencia de tres años de sentencia suspendida al padre que sacudió a su bebé de 19 días de nacida, causándole la muerte. La muerte de un ser humano -- sobre todo de una criatura tan tierna e indefensa -- no puede quedar «impune», con una pena que no merece ese calificativo. Hay algo profundamente equivocado en una sanción tan leve por un acto patentemente abusivo, con consecuencias mortales conocidas y ampliamente difundidas.
Resulta en extremo chocante que el responsable de quitarle la vida a una criatura no cumpla un solo día de cárcel. Esto es infravalorar la vida de quienes merecen y necesitan la mayor de las protecciones. La violencia familiar en todas sus manifestaciones amerita una respuesta contundente, que no se consigue con la aplicación condescendiente de las penas, basada en un sentido equivocado de la compasión y en que se cumpla técnicamente con unos requisitos para la suspensión de la sentencia.
El abuso y el descuido contra los menores continuará hasta que la gente que se vea tentada a ello se convenza de que el castigo ha de ser extremadamente severo.
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