En este país, la vocación asimilista a Estados Unidos se manifiesta en todos los aspectos, hasta los más insospechados. Tomemos el asunto de nombrar personas vivas o muertas cuya identidad se desconoce. Copiando servilmente de la metrópoli, se les llama John Doe o Jane Doe, según sea el caso. Si fuéramos un país hispanohablante de verdad, usaríamos fulano, mengano y zutano, así, en este orden de mayor a menor «familiaridad». Tanto es así que a «zutano» se le endilga zutanejo, forma despectiva que no se registra para los otros dos términos indeterminados.
Vale apuntar que por ahí anda perencejo o perengano, cuya «genealogía» es, incluso, más incierta...
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