Los americanos tienen muchos vicios; uno de ellos es el de litigar. Presumen demasiado de sus libertades, y las interpretan de forma absurda y exagerada. Van al tribunal por todo y para todo. Ahí tienen este asunto de cuestionar la colocación de los diez mandamientos en tribunales u otros edificios públicos. Estipulada la separación de Iglesia y Estado, francamente es una imbecilidad presentar un recurso legal para quitar los diez mandamientos o impedir que se coloquen en lugares públicos. Por lo menos seis de los diez tienen un contenido ético incuestionable, que trasciende culturas y épocas. Los otros no resultan ofensivos a la sensibilidad pública. No me parece que ni siquiera un ateo bona fide deba objetarlo.
Por todo lo anterior, creo que es un despropósito que la American Civil Liberties Union --institución admirable por demás -- se ocupe de casos como el que ha presentado en Oklahoma sobre este asunto. Si un representante de la legislatura estatal se ha querido gastar $10,000 en ese monumento en el Capitolio, allá él. De lo que la ACLU se tiene que preocupar -- que lo hace muy bien -- es de evitar que una lectura demasiado sectaria de los principios bíblicos se cuele en la legislación que allí se apruebe.
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