Nuestra lengua, como todas las demás, tiene sus peculiaridades. Hace poco se aprobó una ley que prohíbe el otorgamiento inconsulto y unilateral de los infames bonos de productividad a altos ejecutivos gubernamentales. Dicho estatuto -- muy necesario, por cierto -- impone como penalidad a quienes lo violen el pago de «su propio pecunio».
Y ahí fue que lo dañaron.
Sucede que la palabra «pecunio» no existe; la que existe es peculio. La confusión es entendible, pues el diccionario registra pecunia, pecunial, pecuniariamente y pecuniario. Lo que pasa es que todo ello se refiere al dinero en efectivo en general, pero el peculio es el dinero propio de una persona.
Peculiar, ¿verdad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario