Las cosas en la colonia son de reír, para no llorar. Se acaba de aprobar una ley para favorecer las producciones artísticas locales en televisión, destinando 50% de la publicidad gubernamental en ese medio a programas con «talento puertorriqueño». ¡Qué bueno! Pero, antes de seguir celebrando, tengamos en cuenta la definición de ese concepto, según la ley. Además de los boricuas de pura cepa, y los de fuera de Puerto Rico en segunda generación de los de aquí, también lo son «los ciudadanos de Estados Unidos domiciliados en Puerto Rico» o «extranjeros con residencia legal en Estados Unidos y domiciliados en Puerto Rico». ¡Hombre, pero eso es todo el mundo, excepto los indocumentados, que no creo que vayan a presentarse bailando y cantando en televisión, de todas maneras! En fin, si usted vive aquí legalmente, es «talento puertorriqueño».
Y es que, en la colonia, no se pueden hacer distinciones de clase alguna entre los hijos del país y los hijos de otras tierras que los hijos de... americanos dejen entrar aquí. Porque entonces se vulnera la Constitución de ellos, «la igual protección de las leyes», «el comercio interestatal» y todos esos inventos yanquis que allá tienen sentido, pero acá no necesariamente responden a nuestros mejores intereses.
Conste que de xenófobo no tengo un pelo. Pero, las cosas claras. La puertorriqueñidad es un asunto de nacionalidad, que no cambia. La ciudadanía se quita y se pone, según convenga en cualquier parte del mundo. «¡Boricua, hasta en la luna!»
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