El anuncio de un posible pleito de clase a favor de los niños «dotados» del país, para reclamar atención educativa especial, me parece un despropósito, hijo del afán litigioso que hemos copiado de los americanos, y hasta cierto punto, como una «burla» del pleito de clase de los niños que sufren alguna anormalidad física o mental. Aunque uno pueda lamentar cierta falta de oportunidades educativas y de otra índole para estos niños muy inteligentes, no creo que ello deba llevarse a un tribunal. Bastante carga tiene el Estado tratando de atender a quienes la naturaleza le negó condiciones para valerse por sí mismos, como para que ahora se pretenda equiparar su situación con la de esos infortunados.
Una cosa es que se haga un mayor y mejor esfuerzo por apoyar a estos niños y jóvenes a desarrollar sus capacidades al máximo, y otra muy distinta es que se recurra al Poder Judicial para imponer condiciones y hasta multas por incumplimiento con planes que se elaboren sobre el particular. Los tribunales no deben usarse para corregir todas las deficiencias en la política pública del Estado, sobre todo, aquellas que, como en este caso, son meras insuficiencias relacionadas con quienes la vida ha sido generosa en extremo.
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